
El estudiante de arquitectura Magnus Larsson ha propuesto una solución inusitada para poner límites al crecimiento del desierto del Sáhara y, al mismo tiempo, para crear nuevos oasis capaces de acoger refugiados. La idea es, liberar una bacteria capaz de convertir la arena en arenisca y formar un muro de 6.000 kilómetros de longitud para atrapar al desierto. Ese muro tendría, además, oasis de vegetación y agua.
La bacteria en cuestión, bacillus pasteurii, no vacila en convertir la arena en sólidas estructuras de arenisca. Nadie da por sentado que algo así se vaya a hacer, aunque el proyecto ha ganado un premio de agricultura sostenible.
Una cosa es ver el resultado de la bacteria en un entorno cerrado y controlado y otra soltarla en el Sáhara y luego ser capaces de que se detenga. Por otro lado, un cambio semejante modificaría completamente el ecosistema de la zona.
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